El efecto Xavi Hernández empieza con una victoria por la mínima en uno de los derbis barceloneses más igualados que se recuerdan. En el debut del entrenador de Terrassa al frente de la nave azulgrana con un Camp Nou entregado al excentrocampista, el equipo culé solo pudo ganar con un penalti cogido con pinzas que decantó el partido a su favor. Nada más empezar la segunda parte, Memphis Depay se internó en el área, Leandro Cabrera fue al suelo para evitar el disparo del neerlandés y el árbitro, Del Cerro Grande, vio pena máxima mientras al técnico blanquiazul, Vicente Moreno, y a sus jugadores se les llevaba el demonio. Normal, porque era un penalti incomprensible donde el VAR no contempló error manifiesto y lo dejó a interpretación del árbitro.
A pesar del gol en contra y de las buenas ocasiones del Barça tras el impacto emocional que supuso el 1-0, el Espanyol no dudó en echarse hacia adelante. A través de los cambios de Nico Melamed y Manu Morlanes, el conjunto periquito tiró de orgullo para encerrar al Barça en su área y generar las mejores oportunidades de la segunda parte. Así fue como Raúl de Tomás, que ya había desesperado a Óscar Mingueza en la primera parte, estrelló dos pelotas en el palo en apenas cinco minutos de diferencia.
La primera con una falta botada con precisión que se topó con la escuadra de ter Stegen y, la segunda, con un cabezazo milimétrico que se volvió a encontrar con la madera. No había forma de encontrar el empate frente a un Barça al que se le fundieron los plomos y se cayó físicamente. Dimata, recién entrado en el cuadro visitante, tuvo una ocasión de oro en un cabezazo donde estaba solo frente al guardameta alemán, pero también falló. El Barça sumó de esta manera los tres primeros puntos de la era Xavi Hernández en una victoria muy sufrida.