Corría el minuto 79 cuando Carvajal cayó en el área. Hubo contacto, de eso no hay duda, porque, además, el lateral derecho del Real Madrid lo buscó. Si fue suficiente o no para señalar penalti poco importa porque Martínez Munuera, del colegio valenciano, indicó los once metros.
Luego Ramos cogió el balón, ahora que se ha convertido, tras la salida de Cristiano Ronaldo, en el amo y señor de las jugadas a balón parado. No lo lanzó a lo Panenka, ni falta que hizo, porque Soria fue superado por bajo, pese a adivinar la intención del de Camas. Fue un gol importante, mucho. Es un gol que deja, prácticamente sin posibilidad equivocarse, LaLiga vista para sentencia. Son ya muchos puntos, en concreto cuatro puntos, los que separan al equipo de Florentino del Barça. Y eso es una eternidad cuando solo faltan cinco jornada para el final.
Solo un milagro que es imposible que se produzca podría hacer que el Barça fuera campeón. Algo poco probable, no solo porque los blancos suelen encontrar petróleo en todas las situaciones, incluidas aquellas que invitan a dudar del origen del fuel, sino porque los de Quique Setién no están ofreciendo garantías para poder luchar hasta el último momento por el título liguero.
Salvo hecatombe, este cuento se ha acabado.